Pbro. Lic. Marcos Rodríguez Hernández

Diócesis de Xochimilco

Comentario al Evangelio

Estos días ha reaccionado la comunidad católica frente a una exposición considerada blasfema. Se han tomado diversos caminos: quienes han juntado firmas; quien ha ido a rezar frente a las pinturas; quien ha “clausurado” simbólicamente la misma exposición. El punto en común es defender el valor de la fe frente a unas pinturas que, si bien expresan la intención del autor, ofenden el sentimiento del hombre común.

Se habla de tolerancia, libertad religiosa, libertad de expresión… cada uno puede enarbolar el pendón de que desee, pero también es cierto que vivimos en un mundo polarizado que hace que cada uno se coloque en su trinchera y no haya poder humano que pueda hacerlo cambiar de opinión.

Este hecho, como muchos que se desarrollan en el mundo entero, son, como lo he mencionado, reacciones. La reacción es humana en cuento que parte del impulso y la convicción. Pero la reacción a la luz de la palabra de Dios no puede ser de la misma manera.

Pensemos en los personajes de la primera lectura: David y Saúl. El primero perseguido, el segundo puesto en manos de aquel providencialmente. La reacción natural es pensar que David puede tomar venganza, y todo este puesto para que así sea. La reacción a la luz de la palabra es que no puede tomar al ungido del Señor y rompe con la reacción natural, rompe el círculo que se hace.

Jesús en el evangelio también nos pone situaciones y reacciones naturales: el famoso ojo por ojo, de Mateo; sin embargo, Lucas pone más el acento en lo que debe hacer el seguidor de Cristo. Si tú amas al que te ama, si tu sirves al que te sirve, ¿qué haces de extraordinario?

Trata a los demás como quieras que te traten a ti. Esa es la medida de la relación humana, no de la reacción natural, sino de aquella querida por Dios. La llamada fraternidad humana tiene como base la misericordia divina que siempre será la manifestación de Dios por los hombres. Por eso, usando un poco la segunda lectura, el hombre redimido por Cristo es el nuevo Adán que ya no se deja llevar por el mundo, por las cosas terrenales, sino por el espíritu, que nos lleva a la vida de la gracia y a la manifestación de la redención obrada por Cristo.

La invitación sin duda de este domingo es que pensemos como romper el círculo de la poralización, de la trinchera ideológica, para cambiarla por la de la caridad, del respeto mutuo, y de la verdadera libertad que nos lleva al amor entre los hombres.

Que la enseñanza evangélica vaya más allá de lo ordinario, y que ella nos lleve a honrar a los hombres, nuestros hermanos.

VII Domingo - Ciclo C