Pbro. Lic. Marcos Rodríguez Hernández

Diócesis de Xochimilco

Comentario al Evangelio

La mención más antigua del culto a San José en Occidente se remonta al año 800, en el norte de Francia, donde el 19 de marzo se recuerda a Ioseph sponsus Mariae. La mención de José como esposo de María será cada vez más frecuente desde el siglo IX hasta el XIV. En el siglo XII, los cruzados erigieron una iglesia en su honor en Nazaret.

Pero fue en el siglo XV cuando el culto a San José se extendió bajo la influencia de San Bernardino de Siena y, sobre todo, de Juan Gerson (+ 1420), canciller de Notre Dame en París: fue él quien avivó el deseo de una fiesta oficial dedicada a San José, aunque ya había algunas celebraciones en Milán y en muchos lugares de Alemania. A partir de 1480, con la aprobación del Papa Sixto IV, la fiesta comenzó a celebrarse el 19 de marzo. Más adelante, en 1621, con el Papa Gregorio XV, se convirtió en obligatoria. En 1870, Pío IX declaró a San José patrón de la Iglesia universal; Juan XXIII, en 1962, incluyó su nombre en el canon romano de la Santa Misa.

Por su parte, el Papa Francisco añadió, en mayo de 2021, siete nuevas invocaciones a las Letanías en honor de San José: Custodio del Redentor, Servidor de Cristo, Ministro de la salvación, Apoyo en las dificultades, Patrono de los exiliados, Patrono de los afligidos, Patrono de los pobres.

La figura de san José es fundamental para entender la encarnación del Hijo de Dios. Junto con María, forman la Sagrada Familia, que acompaña los primeros años de Jesús, desde su nacimiento hasta los 12 años, según el testimonio de los evangelios.

Por eso las lecturas de esta solemnidad tienen todavía un eco de la Sagrada Familia, cuando la primera lectura nos habla de la descendencia, que no solo es el árbol genealógico, también es la casa de donde habría de venir el Mesías esperado.

Las dos propuestas del evangelio nos pintan pasajes de la vida de José. Por una parte, cuando recibe a María como esposa, confirma la promesa de Natán a David: el Mesías debía venir de la familia de David. El hallazgo del niño en el templo muestra la preocupación de los padres por su Hijo, Pero en ambos textos la figura de José es marginal.

Sin embargo, la devoción de José es inmensa en la historia de la Iglesia, de las que podemos sintetizar en las siguientes líneas: Es custodio: de la Iglesia, de las familias, de los seminarios… en José vemos cómo se puede velar con total libertad, sin que un oficio lo condicione, ser custodio es cuidar de algo que, si bien no es mío, es tan valioso que no importa que yo done mi tiempo y mi esfuerzo por cuidarlo.

Es modelo: de castidad, de justicia, de virtud… en esta sociedad donde encontramos modelos para todo aquello superficial, en san José encontramos el modelo de lo verdaderamente perenne, de aquello que nos ayuda a afrontar nuestra vida cotidiana con valentía.

Es silencio: Si bien hemos dicho que los evangelios testimonian la presencia de san José hasta los 12 años, algunas tradiciones hablan de que vivió hasta el inicio de su vida pública. No sabemos con precisión la vida del Padre de Jesús. Pero al igual que María, José vivió el silencio que le hizo comprender que la voluntad de Dios también puede vivirse sin ser advertido.

En este año, la imagen de san José nos acompaña en la última etapa del itinerario cuaresmal, en la llamada semana de pasión. Que su intercesión nos haga comprender este misterio tan grande de la redención, con estos elementos: sea custodio de nuestra vida, sea modelo de nuestras virtudes, y podamos vivir en el silencio que santifica.

Salve, custodio del Redentor

y esposo de la Virgen María.

A ti Dios confió a su Hijo,

en ti María depositó su confianza,

contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José,

muéstrate padre también a nosotros

y guíanos en el camino de la vida.

Concédenos gracia, misericordia y valentía,

y defiéndenos de todo mal. Amén.

(Patris corde)

Solemnidad de San José