Pbro. Lic. Marcos Rodríguez Hernández
Diócesis de Xochimilco
Comentario al Evangelio
Comenzamos hoy la cuaresma. Cuarenta días que nos llevan al encuentro de Dios para celebrar el gran acontecimiento cristiano: la Pascua.
Este tiempo se abre con tres grandes lecturas que nos ayudan a comprender el sentido de estos cuarenta días. El profeta Joel nos invita a tomar una actitud que haga que Dios se compadezca de nosotros. “Enlutar el corazón, no los vestidos” es la exhortación. Ya que nuestras intenciones salen del corazón, como dice el Señor en el evangelio, es lo primero que hay que cambiar.
Esto nos lleva a saber que el proceso cuaresmal es interior. Sólo nosotros conocemos nuestra relación íntima con el Señor y que necesitamos hacer. Para algunos es la clara invitación a tomar el camino de regreso, pues nuestro pecado, nuestra indiferencia, ha marcado nuestra distancia con Dios.
San Pablo nos da la gran invitación: reconcíliense con Dios. La reconciliación implica el reconocimiento de nuestra limitación para abrirnos a la gran misericordia que él nos da. Del todavía es tiempo, pasamos al tiempo favorable, a ese tiempo propicio que nos facilita las cosas, porque tenemos un camino trazado y que siempre nos abre a su gracia.
El tiempo propicio tiene un signo que se presenta hoy. En la ceniza encontramos la fragilidad humana que se simboliza en el polvo del cual Dios nos sacó para darnos vida. En la ceniza encontramos también de nuevo esta acción creadora de Dios que nos reconstruye de nuevo a la vida de la gracia. Está de más decir que la ceniza no es un sacramento, pues por sí mismo no da gracia; que no es un amuleto, que da o quita si la recibes o no. La ceniza es el gran compromiso que hacemos con él, ante la invitación de reconciliarnos y de volver a Él. Jesús nos muestra los instrumentos que necesitamos para este caminar. Si bien no son exclusivos de la cuaresma, son de gran importancia para logra esta propuesta.
La oración: en ella encontramos el mejor espacio para escuchar y hablar con Dios. Por eso no debe ser de mucho hablar, ni tampoco de que los demás escuchen nuestra oración. Esta debe ser en secreto, porque solo le compete a Dios. En esa intimidad, la oración se abre no solo a nuestras necesidades o situaciones, sino también a discernir lo que nuestra vida nos presenta, lo bueno y lo malo, lo que el Señor desea comunicarnos. Esta oración no debe ser sino una contemplación del misterio, que se nos va revelando a lo largo de este tiempo y de nuestra vida.
La limosna: La cuaresma tiene como gran signo la generosidad, que inicia con el desprendimiento. Nos quitamos aquello que no nos deja ver lo que Dios quiere. La limosna por lo tanto no es la ofrenda económica que podemos dar; también es lo que podemos compartir con el hermano.
El papa Francisco nos invita a que podamos compartir con aquellos que están a nuestro lado y con cuantos sufren. La cuaresma es la gran oportunidad de ser generosos o desprendidos en nuestras relaciones con los demás. Sólo así podremos abrazar el misterio de Jesús, que se desprendió de su vida para darnos la que verdaderamente vale.
El ayuno: La podemos considerar la gran privación. Si, el ayuno consiste en renunciar al alimento, que nos da los nutrientes necesarios. Pero también la cuaresma es la oportunidad de privarnos de las cosas que ordinariamente tenemos o hacemos, para ejercitarnos en el espíritu.
Es fácil desprenderse del alimento, o de la abstinencia de carnes cuando lo manda la Iglesia, pero debemos ir más allá. Privarnos de lo que no nos deja tener una relación con Dios y con los demás. Reconciliación con Dios y con el hermano.
Camino de regreso a las cosas de Dios, y al servicio de los demás. Iniciamos con toda la Iglesia este camino de purificación, pero no solos. Nos asiste el Espíritu que empujo a Jesús al desierto para vencer las tentaciones. Nos acompaña la Virgen que en su contemplación nos da ejemplo a observar los grandes misterios. Y nos servimos de la escucha de la palabra, del ayuno, la limosna y la oración, para centrarnos en lo que verdaderamente es la conversión: un cambio de vida y de mentalidad.
Todavía es tiempo, aprovecha
Es el tiempo propicio, reconcíliate
Cuando estes en lo secreto, Dios te dirá que hacer
Para que, con convicción, al colocarte la ceniza, digas:
Me arrepiento, y creo en el evangelio.