Pbro. Dr. Julio César Saucedo T.

Arquidiócesis de México

Comentario al Evangelio

Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 41-52

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.

Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia”.

Él les respondió: “¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?”. Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad.

Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas. Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres.

1. Comprensión del texto:

Este fragmento evangélico está íntimamente unido al misterio de la Cruz. Por ejemplo, está el término griego pâis (παῖς) que significa «niño» pero también «siervo». Además aparece la referencia a Jerusalén que, será más adelante, la meta de la firme decisión de Jesús (cfr. 9,51). Asimismo, es bastante significativa la expresión «al tercer día» aludiendo al acontecimiento de la Resurrección del Señor. En esta misma connotación está la cierta simetría entre la pregunta «¿Por qué me buscaban?» con aquella que se encuentra después en la Pascua del Señor: «¿Por qué buscan entre los muertos aquel que está vivo?» (24,5b).

Por otra parte, también Lucas desea poner de manifiesto el título de «Maestro», pues la expresión «“sentado en medio” de los doctores», aparecerá más adelante (cfr. 5,3) cuando Jesús se sienta en la barca de Pedro para enseñar a la gente; es casi al equivalente de que Jesús se sienta en su cátedra para enseñar.

Con todos estos rasgos, se muestran la «autoridad» y la «unción» del Señor: Él es el Maestro que, como Siervo revelará en plenitud el rostro del Padre en su misericordia, y reconciliará con su sangre a la humanidad, otorgando el don de la filiación divina.

El texto concluye subrayando la obediencia de Jesús: «volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad». Esta última palabra es bastante fuerte, pues proviene del latín augere, que significa «hacer crecer». La familia es, entonces, el lugar donde la autoridad de los padres comprendida desde el amor, permite el crecimiento de los hijos. Pero esta misma significación permite pasar de un carácter de «dominio» y de la «posesión» a una connotación de «servicio» –como lo recuerda tácitamente el evangelio de este domingo– considerando que, «el amor es paciente, amable, no busca su interés, todo lo cree, lo espera y lo soporta» (1Co 13,4-7).

2. Comprendernos desde el texto:

La familia es el lugar idóneo que permite el crecimiento sano de los hijos. Ya desde que un hijo(a) nace, la calidez del amor de los padres permite que desde la temprana edad, los niños tengan las herramientas para relacionarse con una sociedad que, no siempre es caracterizada por la amabilidad, sino por su contrario, la hostilidad.

Este ideal ya nos sugiere interrogarnos y reflexionar un posible diagnóstico de cómo nos encontramos como familia: pregúntate si tu hogar es un lugar de crecimiento o un campo de batallas; si hay la capacidad para escucharse o inmediatamente haces caer el peso de los regaños. No te cuestiones sobre las carencias de los demás, pregúntate qué estás haciendo con las tuyas, pues si quieres un cambio familiar, comienza con "la casa de tu mentalidad" que tantas veces se obstina en no cambiar.

3. Hagamos oración por nuestras familias:

En este domingo dedicado a la Sagrada Familia, oremos por la familia, especialmente, por aquellas que se encuentran en dificultades:

«Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias. Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor. Amén» (Juan Pablo II).

"Siguió sujeto a su autoridad"

Lc 2,41-52