Pbro. Lic. Marcos Rodríguez Hernández

Diócesis de Xochimilco

Comentario al Evangelio

Celebramos hoy la solemnidad de la Anunciación del Señor. Una fiesta colocada nueve meses antes de la celebración de la Navidad. Sin embargo, este año, el día indicado (25 de marzo) era lunes de la semana Santa, por lo cual, según el calendario Litúrgico, se traslada al lunes siguiente de la octava de Pascua.

Sabemos que la fecha de la navidad no es exacta, es decir, el acontecimiento del nacimiento del Señor no es una fecha del calendario, sino un acontecimiento salvífico de parte de Dios. Tiene más sentido entonces celebrar el momento de la unión del Hijo de Dios y la naturaleza humana, por lo cual esta solemnidad también es llamada la encarnación.

En este tiempo de Pascua, la Iglesia celebra el acontecimiento que le da sentido a su existencia y a la plenitud del plan de Dios: en efecto, no podemos hablar de la Resurrección si primero el Señor no se hubiera encarnado.

Así, podemos hablar de una dimensión Pascual de la solemnidad de hoy. La Pascua tiene sentido en el momento de la encarnación porque el plan de Dios trazado desde antiguo llega a su cumplimiento. En primer lugar, como dice la carta a los hebreos en la segunda lectura: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo -pues está escrito en el comienzo del libro acerca de mi- para hacer, ¡oh, Dios!, tu voluntad». (Hb. 10, 5-7).

En el Triduo Pascual hemos aclamado que: se humilló a sí mismo hasta la muerte por obediencia, ¡y una muerte de cruz! (Flp. 2, 8). El primero en cumplir la voluntad del Padre es Cristo, al aceptar ser enviado al mundo y aceptar en obediencia su muerte en cruz.

Un papel importante juega María, al igual que su Hijo, siendo obediente al plan de Dios. Escuchamos una vez más el anuncio del ángel Gabriel a esta doncella profetizada por Isaías. En el sí de María, se encuentra todo el cumplimiento de las profecías acerca del Mesías y también de la salvación del género humano.

Por eso algunos teólogos proponen el título de corredentora a María. Obviamente no lo podemos poner a la par de la obra redentora de Cristo, pero si podemos equiparar el término a colaboradora de la obra salvífica.

Este año, la segunda semana de Pascua se abre con esta solemnidad de la Anunciación. Que, en María, la llena de gracia, la colaboradora en la obra salvífica de Dios, podamos encontrar nosotros la plenitud de la Pascua de Jesucristo. Que con ella podamos decir también sí al Señor, y gocemos de sus frutos.

La anunciación del Señor