Pbro. Lic. Marcos Rodríguez Hernández
Diócesis de Xochimilco
Comentario al Evangelio
Los seres humanos buscamos siempre la seguridad de nuestra vida, de nuestras cosas y nuestras relaciones. Las cosas de las cuales no poseemos seguridad nos producen incertidumbre y expectación.
Una de estas cosas, es lo que nosotros conocemos como “el fin del mundo”. En una visión apocalíptica, es la situación en la cual termina la historia tal como la conocemos, y pasaremos a una nueva realidad… que nadie conoce.
En nuestra fe cristiana, este fin del mundo la conocemos como “Parusía”, es decir, manifestación. En este caso, del Señor. Un vocablo que no necesariamente tiene una connotación religiosa, sino que era una palabra usada en la antigüedad para designar la visita de una persona importante (rey, gobernador, etc). Cuando sucede esto, la comunidad se prepara, haciendo algo que pueda agradar a la visita (alimento, obra u otra cosa).
Por ello la parábola de este domingo está conectada a la del domingo pasado en esta línea: como debemos prepararnos ante la llegada del Señor, que viene a darnos la salvación. Con la parábola de las vírgenes, la actitud es de preparación y vigilancia. Con la parábola de este domingo, llamada de los talentos, la preparación es más activa.
En efecto, no basta con tener la reserva del aceite para mantener la lampara encendida, sino como obtener este aceite que hace que nuestra lampara funcione. Pensemos a lo que hoy el Papa nos invita a celebrar y reflexionar: la jornada mundial del pobre no solo nos hace mirar una realidad que existe desde tiempo antiguo, sino a ver cómo podemos acompañar esa realidad para una promoción mutua. Tanto al que mira al pobre, como el que ayuda al pobre, se le aplica aquel dicho que dice: “No solo hay que dar el pescado, sino también hay que enseñar a pescar”.
Escuchamos hoy en el evangelio: “Dio según las capacidades de cada uno”. El Señor no nos exige más de lo que podemos dar. Nos pide a cada uno según nuestras capacidades.
Incluso a aquel que solo le da un talento, no tiene otra cosa más que por lo menos, hacerle rendir algún interés. Nuestra vida es la oportunidad de dar a los demás según nuestras capacidades. Y siempre hay que dar.
Como enseña hoy el apóstol: sobre la venida del Señor, no es necesario que les digamos nada. Por tanto, nuestro comportamiento no es como aquellos que, enterándose de la llegada de su Señor, se arreglan para recibirlo, o como escuchábamos la semana pasada, encendiendo nuestras lámparas para la llegada del novio. Ante la llegada del Señor, la mejor manera de recibirlo es encontrándonos, trabajando por las causas del Reino.
Este es el último domingo antes de la Solemnidad de Cristo Rey, donde culminamos nuestro año litúrgico, y nos abre una vez más al adviento, la esperanza gozosa de decir: Ven Señor. Pidamos pues, al Señor este domingo que nos permita poner nuestros talentos, nuestras capacidades a su servicio y al servicio de los demás. Que nuestra expectativa por su llegada no sea de expectativa o miedo, sino de esperanza a ese encuentro con él, y podamos recibirlo con las obras de nuestras manos.