Pbro. Dr. Julio César S.

Arquidiócesis de México

Comentario al Evangelio

Los fariseos nuevamente se reúnen para poner una trampa a Jesús, cuya propuesta no tendrá tintes políticos como ocurrió el domingo pasado, sino estrictamente religiosos: «¿Cuál es el mandamiento más importante?». La pregunta para su tiempo era sumamente complicada, pues existían cerca de 248 preceptos y 365 prohibiciones cuya finalidad consistía en ser fieles a la alianza.

Jesús responde eligiendo el texto del libro del Deuteronomio (6,5), que alude al Shemá Israel, y que constituye la oración del judío piadoso. De modo que, el amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, referencias que expresan la integralidad del amor, la vida entera y la búsqueda de la verdad. Más, Jesús inmediatamente agrega el segundo íntimamente unido al primero: «y amarás a tu prójimo como a ti mismo», tomado del libro del Levítico (19,18). Por tanto, este amor no es un mero sentimiento, sino una expresión consciente de solidaridad: mi prójimo es todo ser humano. Notemos este pronombre indeterminado: todos; incluso aquella persona que se asume el papel de enemigo.

Pero hay un rasgo más que no podemos desasociar, me refiero al «a ti mismo»: «amarás a tu prójimo como a ti mismo». No se refiere a un amor narcisista y enfermizo, sino al amor debido a lo que uno es como don: Eres un don de Dios. Amarte es entrar en el conocimiento de tu propia identidad, podríamos decir: de tu yo más profundo; y en ese autoconocimiento trabajas lo que eres para que vivas tu más íntima verdad: eres hijo e hija de un mismo Padre.

Se puede precisar, entonces que, esta triada de amor, a Dios, al prójimo y a uno mismo, tiene como eje central la iniciativa misma de Dios, sólo en su amor es posible amarlo, amar al prójimo y amarnos personalmente. Paul Ricoeur, filósofo francés, decía que es mucho más fácil «amar al plural que al singular», con esta expresión, presenta el desafío de amar a la persona singular, aquella que te desea el mal, como aquella que necesita de ti. El amor revelado en Cristo, no se queda en lo ambiguo del plural, sino que tiene su sentido concreto en la vida cotidiana: «Corazón puro en la caridad, se tiene cuando amas al hombre en orden a Dios» (San Agustín).