Pbro. Rodrigo Misael Olvera Díaz
Diócesis de Xochimilco
Comentario al Evangelio
Hay una frase que seguramente muchas veces hemos escuchado, que tiene gran verdad y que uno descubre cuando sale al mundo real: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”. Esta frase la pronunció la Madre Teresa de Calcuta, aunque es un proverbio que, se dice, tiene más antigüedad. Lo importante es que se aplica perfectamente para la vida de cristianos y no cristianos. Supone que un objetivo esencial en la vida debe ser ayudar a los demás, lo que puede interpretarse de diversas formas, desde actos pequeños de amabilidad en la vida cotidiana, hasta grandes contribuciones humanitarias. De hecho, esto es la verdadera grandeza en la vida cristiana, que nos regala el evangelio de este domingo.
La frase central del Evangelio es: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar la vida en rescate por todos” (Mc 10, 45). Es la respuesta que Jesús da a sus discípulos, luego de presentar el tercer anuncio de su Pasión. Jesús conoce perfectamente las consecuencias que le traerá el hecho de ir contra la corriente del mundo.
De anunciar la llegada inminente del Reino de Dios en un contexto contrario, donde las autoridades civiles y religiosas confabulan unos contra otros, pasando sobre cuantas personas sea necesario para agenciarse de poder, privilegios, fama y fortuna. Jesús sabe que la consecuencia del anuncio de su Reino será su pasión. Por eso propone el camino del servicio a los demás.
Durante los evangelios de algunos domingos pasados, hemos visto como los fariseos y los maestros de la ley ya persiguen a Jesús. Todos intentan tenderle una trampa para poder deshacerse de él, porque sus palabras, milagros y su personalidad atrayente, se convierte en un peligro para el sistema dominante. Cuan injusto se convierte un sistema, cuando se pretende silenciar a quien habla con la verdad, a quien lucha por la justicia, a quien intenta hacer las cosas de forma correcta y a quien intenta únicamente cumplir la voluntad de Dios. En pocas palabras, a quien se propone servir a sus hermanos y se esfuerza por hacer el bien.
En este pasaje, Marcos presenta una de las peticiones más llamativas del Evangelio. Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, le piden a Jesús sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda. Esta petición revela una ambición de poder y prestigio, contrastado con la visión que Jesús tiene sobre el liderazgo y el poder. Jesús, sorprendido por la petición de sus discípulos, les recuerda que no saben lo que piden y les advierte sobre el camino de sufrimiento que les espera.
En la sociedad de hoy vivimos la misma situación. Las personas buscan poderes, honores y cargos políticos, sociales y económicos. También en el mundo religioso hay es tendencia. Incluso, hemos aceptado como buena y válida la clasificación de las personas, según sus riquezas y los bienes que posea. Por ejemplo, el capitalismo ha adoptado el término “VIP” (Very important people), que se traduce como “Gente muy importante”.
Dicha clasificación contradice absolutamente el sentido de la humanidad, como sociedad de iguales en su dignidad. Además ignora el sentido cristiano de la caridad y del amor. Sin embargo, Jesús nos plantea claramente, cual ha de ser el estilo de vida de un cristiano, cómo debemos vivir los seguidores de Jesús. Y la Iglesia, al mismo tiempo, nos enseña un humanismo cristiano.
Por otra parte, Jesús generaliza la cuestión con sus discípulos, preguntándoles: “¿Podrán pasar la prueba que él ha de pasar y recibir el bautismo con el que él será bautizado? (Mc 10, 38). De esta manera, les plantea la verdadera naturaleza del liderazgo, que consiste en servir y dar la vida por los demás. En efecto, dar la vida por Cristo, ahora, se traduce, no solo en el martirio físico, sino en despojarse de uno mismo, de nuestro amor propio. A veces, es más difícil desprendernos de ese amor; que desprendernos de la propia vida. El amor propio, no nos deja contemplar el sufrimiento y el martirio de los demás. Siendo así, comprendemos que todos tenemos una llamada al martirio en esta vida.
El primer martirio es el de la renuncia a nuestro amor propio. Con esta instrucción se va cerrando el camino del Mesías, el camino del discipulado, del Mesías crucificado. Pero, fácilmente notamos que los discípulos de Jesús no han entendido el mesianismo. Se presenta el anuncio de la Pasión con una reacción por parte de los discípulos que rompe lo que Jesús les ha venido mostrando. Rompe el sentido del servicio, de negarse a sí mismo, que rompe el sentido de cargar la cruz. El evangelista Marcos quiere introducir al discípulo en la comprensión profunda de las consecuencias del discipulado de Jesús. Si antes ya sabíamos que ser discípulo era ponerse detrás de Jesús, ahora en la cercanía física que hay con Jerusalén, el discípulo tiene que poner su mirada en la donación, en la entrega.
Cristo mismo, se pone como el modelo y ejemplo de servicio, cuando dice: “Así como el hijo del Hombre”. Al respecto, San Carlos de Foucauld decía “El último puesto está ocupado por Jesús”. Pero entonces, nosotros podríamos ocupar el penúltimo puesto para hacernos servidores de todos. En el afán de imitar a Jesús, debemos asumir un estilo de vida coherente que nos lleve a grandes renuncias y a asumir la misión de servir a los más pobres y a los últimos, haciéndonos pobres, nosotros también.
Hoy, que celebramos el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), el evangelio insinúa que si alguien no está dispuesto a servir a los demás, su vida puede carecer de un propósito esencial. Y al respecto el Papa Francisco nos dice en su mensaje que: “Los discípulos - misioneros deben portar en su corazón la atención a todas las personas de cualquier condición social y moral. Y asumir el compromiso de continuar el camino hacia una iglesia servidora”. Se trata, pues, de una forma concisa de enfatizar el valor y la importancia de la generosidad, el altruismo y la contribución social. Al final es, un recordatorio de que nuestra vida adquiere un significado más profundo cuando nos dedicamos a ayudar a los demás. El anuncio de la Palabra también es la donación de uno mismo.
Queridos lectores: hemos leído como Santiago y Juan, piden lo que consideran que es mejor para ellos, pero, en realidad ostentan grandeza y autoridad. Y nosotros, ¿hemos logrado entender la centralidad del mensaje de Cristo que nos invita a ser pequeños, esclavos y servidores de todos, a ejemplo del Hijo del Hombre que no ha venido a ser servido, sino a servir? Quizás, aún nadamos en la misma corriente del mundo, que nos impulsa a la desigualdad, competitividad, individualismo y vanidad. ¿En verdad hemos comprendido la dimensión de lo que significa servir de corazón? El reino de Dios es opuesto al reinado de este mundo. Construirlo nos exige la valentía de romper las estructuras injustas de nuestra sociedad actual en la cual se intensifica, cada más, la visión del individualismo y las fronteras, en lugar de propiciar puentes y caminos hacia la unidad y la reconciliación, que es lo que Dios quiere de todos nosotros.