Pbro. Rodrigo Misael Olvera

Diócesis de Xochimilco

Comentario al Evangelio

En el Evangelio de este domingo, San Marcos describe expresivamente la reacción de Jesús cuando se encuentra con una multitud venida de todas las aldeas del entorno. Los discípulos han de aprender cómo deben de tratar a la gente. En esta ocasión, la actitud de Jesús nos ayudará a comprender dos aspectos importantes de nuestra propia vida.

El primero se refiere al descanso. Jesús se dirige a los apóstoles, quienes regresan de las fatigas de la misión, pero con gran entusiasmo, y les hace una invitación: “Vengan conmigo a un lugar solitario para que descansen un poco” (Mc 6, 31). A pesar de que se alegra de ver a sus discípulos contentos por los prodigios, no gasta tiempo en preguntas, sino que, inmediatamente, se preocupa por su cansancio físico e interior y los invita a hacer una pausa en medio de sus labores. ¿Pero cuál es la intensión de Jesús? Los quiere advertir del peligro que está siempre al arribo, incluso de nosotros, el peligro de dejarse llevar por el dinamismo del “hacer por hacer”. De esta manera, a nosotros también nos previene de la trampa del activismo, en la que lo más importante son los resultados y el protagonismo que podemos obtener, en cada espacio de nuestra existencia.

Podemos decir que, uno de los temas en los que el mundo de hoy pone poco interés, es en el verdadero descanso, no solo del cuerpo, sino del alma. Muchas veces sucede también en nuestra vida. Vamos de prisa, con mil pendientes en el trabajo, pensamos que todo depende de nosotros y al final corremos el riesgo de alejarnos de Jesús y de ponernos nosotros en el centro de todo. Por eso el Señor invita a los discípulos a descansar un instante pero en otro lugar, cerca de él. Pero no hablamos únicamente del descanso físico, sino del descanso del interior, porque no basta con desconectarnos de nuestras actividades cotidianas, es necesario descansar de verdad hasta encontrar la paz del corazón. Hay que detenerse en el silencio y orar, para no pasar de las prisas del trabajo a las prisas del tiempo vacacional.

Es importante que Jesús lleve a sus discípulos a descansar, pero si analizamos el texto podemos ver que, no los invita a ir a un lugar confortable, sino que les dice que vayan a un lugar solitario. En otros pasajes de la Sagrada Escritura, se nos dice que Jesús les explicaba en privado lo que no habían entendido, es decir, cuando estaban a solas. En este sentido, si quien sirve al Señor no se da tiempo para descansar, no solo terminará agotado, sino que se dará cuenta que su actividad apostólica dejó pocos, o nulos resultados. En la soledad con el Señor, podemos descansar de nuestro mundo ruidoso y agitado y experimentar la paz que deja en el alma la soledad, especialmente cuando la vivimos en oración.

Por otro lado, el Evangelio narra que Jesús y sus discípulos no han podido descansar como ellos quieren, porque la gente los encuentra y acuden desde todas partes. Pero siempre el Señor se compadece de las personas. Este es el segundo aspecto: la compasión, que es el modo en el que Dios nos manifiesta su compañía. Muchas veces en la Biblia encontramos esta expresión: “Jesús tuvo compasión”; del enfermo, de la viuda, del endemoniado o del pecador, porque su corazón no se deja arrebatar por la prisa y por eso es capaz de conmoverse. Es decir, un corazón que no se deja llevar por sí mismo, ni por las cosas que tiene que hacer, es capaz de darse cuenta de las necesidades de los demás.

San Marcos, nos recuerda como era el trato de Jesús con esas personas escondidas en el anonimato, de las que nadie se preocupa. “Al desembarcar, Jesús vio una gran multitud y sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6, 34). Lo primero que destaca el escritor sagrado, es la mirada de Jesús. No se observa molesto porque hayan interrumpido su tiempo. Su corazón descubre la perdición y la soledad de los campesinos de aquellas regiones. De la misma manera, en nuestra sociedad, debemos aprender a mirar a la gente como la miraba Jesús; captando el sufrimiento, la soledad y el desconcierto.

Ciertamente, la compasión no es producto del cumplimiento de las normas, ni mucho menos del bien común, sino que se despierta en nosotros la actitud caritativa de ayudar a los demás cuando miramos atentamente a los que sufren. Usando esa mirada, Jesús descubre la necesidad más inherente de los que andan como ovejas sin pastor. A ellos no los cuida nadie realmente. No tienen un pastor que los defienda. Jesús, compasivamente, se pone a enseñarles muchas cosas, con toda la calma y sin prisas. Jamás lo hace por obligación, puesto que no piensa en sí mismo. Él está conmovido por la necesidad que tienen de un pastor.

En este sentido, la compasión es fruto de la contemplación. Es necesario descansar en serio, y de esa forma nos haremos capaces de alcanzar la compasión verdadera. Y si cultivamos una mirada contemplativa, llevaremos a cabo nuestras actividades sin perseguir ningún interés personal. Si nos mantenemos en contacto con el Señor, y no adormecemos la parte más profunda de nuestro ser, las tareas que debemos hacer no tendrán la fuerza para consumirnos en el sinsentido. Es lo que el Papa Francisco le llama una “ecología del corazón”, compuesta de descanso, contemplación y compasión.

Quienes hemos experimentado vivir un retiro espiritual, podemos compararlo con esta experiencia del descanso físico y espiritual, pues Dios sale a nuestro encuentro. Su tierna invitación que dice: “descasen un poco” (Mc 6, 31), nos acompaña de manera íntima. Nos ayuda a detenernos y a disfrutar del silencio. Contemplamos la naturaleza y nos regeneramos en el dialogo con él, porque en el descanso y en el silencio está Dios.

Hermanos, evitemos el querer ser siempre eficientes y huyamos de caer en el servilismo. Detengamos la carrera acelerada que dictan nuestras agendas. Revisemos delante de Jesús, nuestro único Señor, cómo miramos y tratamos a esas muchedumbres que se nos están marchando poco a poco de le Iglesia. Tal vez, porque no escuchan entre nosotros su evangelio, o porque ya no les dicen nada nuestros discursos o nuestro ejemplo. Personas sencillas y buenas, a las que estamos decepcionando porque no ven en nosotros la compasión de Jesús. Vayamos con nuestro Señor Jesús a un lugar solitario y llenémonos de amor y compasión para que podamos cumplir nuestra misión, ayudando siempre al que más nos necesita.

Domingo XVI - Tiempo Ordinario - Ciclo B