Pbro. Dr. Manuel Valeriano Antonio
Diócesis de Xochimilco
Comentario al Evangelio
La interioridad del hombre, su memoria e intimidad manifiestan qué es eso de ser imagen de Dios. Por eso, a la luz de la Liturgia de la Palabra de este domingo compartimos tres ideas sobre el profetismo.
1.- El profeta es el hombre de la interioridad
La interioridad, desde la perspectiva bíblica, se entiende solamente de manera referencial. Supone el “yo” que se encuentra con y el “yo” que es guiado para volver a él mismo. En este sentido, la verdad interior del ser humano no es un espacio privado, sino un espacio dialógico, narrativo y personal. El profeta Ezequiel apunta cómo el espíritu es capaz de penetrar en el interior del hombre para hacer que éste descubra a Dios en él. Descubrir a Dios en nuestro interior, expresa que nuestra existencia ha sido querida, bendecida y finalizada por Él; más aún, la salvación del hombre desde el interior, desde su corazón, nos hace pensar que solamente en la escucha de nuestra interioridad es posible, incluso en un ámbito socio-político, conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador.
2.- El profeta es el hombre de la memoria
De manera ordinaria vinculamos al profeta con la tarea de anunciar la salvación y denunciar las injusticias (y es verdad). Sin embargo, una de sus misiones más nobles es del ser un hombre de la memoria, del recuerdo, de la anamnesis. “A ellos te envío para que les comuniques mis palabras…” leemos en la primera lectura, para que les recuerdes, podríamos decir, lo que yo he hecho por ellos. En efecto, el profeta ha sido colocado el medio del pueblo para que éste no olvide lo que Dios ha hecho en su favor. El hombre, mediante su memoria cuya esencia está sellada por Dios, es capaz de poner, frente a su mirada, el propio universo interior para poder hacerlo suyo. En otras palabras, la salvación alcanzada desde la interioridad humana, debe ser custodiada mediante la memoria, solamente así podemos preparar también nuestro futuro.
3.- El profeta es el hombre de la intimidad
El profeta confiesa una verdad y lo contrario a “confesar” sería la voluntad de clausurar el propio interior. Jesús señala esta realidad en el evangelio. La gente lo escucha con asombro, dice el texto, y al mismo tiempo desconcertados; más aún, Jesús se extraña de la incredulidad, es decir, del hecho de que al ser humano se le cierra todo camino hacia su intimidad, toda purificación de sí, y en lugar de ello sólo se avivan la desconfianza y el rechazo. De esta manera, nos podemos percatar que solamente cuando los hombres pueden llegar al auténtico contacto interior, pueden también ser realmente uno de cara al exterior. En otras palabras, la verdad que confiesa un profeta despierta la esfera íntima de la persona para devolver a la conciencia su voz. Nuestro amado Papa Benedicto XVI solía decir que la fe cristiana suscita profetas, entendiendo a éstos como hombres que no representan la voz de sus propios intereses, sino la voz de su conciencia contra tales intereses.