Pbro. Dr. Manuel Valeriano
diócesis de Xochimilco
Comentario al Evangelio
Estimados hermanos, compartimos tres ideas a la luz de la Palabra de Dios:
1.- Como todo en la vida, también en la Sagrada Escritura debemos tener en cuenta que podemos comprender el significado de una parte si consideramos la totalidad del mensaje. Lo mencionamos de manera especial este domingo porque leemos la parte conclusiva de un largo discurso de Jesús. Recordemos que a los discípulos se les ha confiado el anuncio del Reino de los cielos; sin embargo, su maestro les aclara que no es una tarea fácil ya que se encontraran con muchos obstáculos; de hecho, la oposición a los discípulos que anuncian el Reino puede venir de los miembros de la propia familia. Este horizonte nos permite entender, entonces, cómo Jesús apunta las condiciones necesarias de un genuino cristiano: estar dispuesto a seguirlo en el camino de la cruz, sacrificar la propia vida y colocar en la base de todas sus relaciones el amor de Dios.
2.- Centramos nuestra mirada en esta última condición. Dicen los sabios que el pensamiento actual ha sometido el amor a una fuerte crítica. En efecto, por un lado se piensa que el amor es una realidad efímera, resultado de un acuerdo, fruto de una conexión de neuronas que, con el tiempo, se convierte en una costumbre. Por otro lado, se coloca en el escenario del mero sentimiento, es decir, se juzga como mera preferencia afectiva y se asocia con relaciones personales primarias de tal manera que no tiene relevancia pública. Por lo tanto, de cara a los graves problemas que afronta el hombre de hoy, el amor es una respuesta insuficiente, pues consistiría en buenos sentimientos o incluso en un ideal altruista hermoso pero carente de efectividad.
En palabras simples, el amor es afectivo, no efectivo; pero si el amor no es efectivo, no puede transformar. Precisamente este es uno de los aspectos esenciales que encontramos en el Evangelio de hoy: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí…”. Con estas palabras Jesús nos quiere decir que el amor que nosotros tenemos en relación a las personas debe basarse en un amor más grande, debe tener por fundamento un amor relevante y transformante. La crítica del pensamiento moderno es intrínsecamente falsa porque el amor genuino permite la construcción de aquellas relaciones fundamentales que son propias del hombre. Más aún, la fe cristiana enseña que el amor de Dios es la base que nos ayuda y nos sostiene para consolidar cualquier tipo de relación, ya sea entre padres e hijos, entre hermanos, entre parientes, entre amigos, incluso, en la relación con los enemigos.
3.- Las relaciones humanas son complejas porque son humanas, pero es Jesús que nos indica el modo de amar. En Él encontramos la fuerza para superar los diversos obstáculos de la relación con los demás. Colocándolo a Él en primer lugar nos hacemos capaces de perdonar; en el hecho de querer vivir como Él ha vivido descubrimos qué es el verdadero amor. Por lo tanto, el verdadero amor no se limite a las caricias, a las palabras dulces, sino a la capacidad de dar la vida, a la capacidad de renunciar a nuestros egoísmos, a tomar nuestra cruz y seguirlo. Un padre, una madre, un hijo, un hermano… es capaz de dar la vida en las cosas pequeñas y grandes cada día. Al final, la misión vivida en el nombre de Jesús no depende de los resultados, sino de la fidelidad a la tarea recibida.