Pbro. Dr. Julio César Saucedo T.
Arquidiócesis de México
Comentario al Evangelio
Evangelio según san Marcos 4,35-41
Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.
De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!”. Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”. Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”.
Reflexión
En la cultura oriental el mar es evocación de misterio. Por ejemplo, en la cultura griega se pensaba que en sus profundidades habitaba Poseidón con sus monstruos divinos; mientras que, en la cultura judía se creía que en lo hondo del mar habitaba el Leviatán, un monstruo en forma de serpiente que sacaba fuego de su boca y humo por sus narices.
Por su parte, en la Sagrada Escritura, el mar es símbolo de caos y de aquello que es incontrolable. De hecho, en algunos mitos poéticos de Oriente, el mar es descrito como un niño en pañales, implacable y violento que no puede ser controlado más que por Dios.
Bajo estos significados, podríamos decir que el mar alude a la muerte y destrucción, cuya apariencia manifiesta ser infinita; pero sabemos que no es así. El mar tiene sus límites, como lo recuerda, el profeta Jeremías (5,22): “He puesto la arena para límite del mar, como barrera permanente que él no podrá pasar. Sus olas se agitan, pero no prevalecen; causan ruido, pero no lo sobrepasan”.
Teniendo presente todo este contexto, podemos comprender uno de los sentidos del texto evangélico; pues el mar aparece con toda su significación como aquel caos, que golpea implacablemente la barca, y cuya fuerza parece indestructible.
Por eso, los discípulos con miedo y horror despiertan a Jesús, quien se levanta diciendo: “Calla, enmudécete”. Si el mar representa caos, el Señor con su palabra pone orden; es más, sólo Dios puede darle a las cosas el significado de vida. Por ejemplo, pensemos en el AT cómo el pueblo de Israel al ser liberado de la esclavitud de Egipto, atraviesa el mar Rojo, significando el paso a una nueva vida, el paso hacia la libertad dada por Dios.
¿Qué nos hace reflexionar el texto para nuestra vida práctica?
Hay ocasiones que, vivimos un mar incontrolable, y me refiero al caos de nuestros pensamientos. De hecho, los especialistas identifican que a veces se puede padecer de pensamientos obsesivos que generan preocupación y ansiedad. Pensamientos fabricados por mantener expectativas de una imagen o apariencia. Sin Dios, nuestro interior puede hacerse un caos.
Este aspecto caótico se hace peor cuando se entra en la cadena de pecados. Se pierde el orden de la vida, y la armonía en la casa. No hay más el sentido de paz, ya no hay alegría, sino tristeza y confusión.
El otro aspecto que nos invita a reflexionar el texto concierne a aquellos momentos de dificultad que en ocasiones enfrentamos, esto es, aquellas tempestades y oscuridades que no dependen de nosotros y que al enfrentarlas nos llevan a un porqué. Es la voz de tantas personas que padecen injusticias, de tantos enfermos que viven en soledad su enfermedad, y nos preguntamos y le preguntamos a Dios el por qué.
En ambos casos, solo el Señor le da orden al caos que pueda haber en nuestro interior. Solo el Señor puede sacarnos del mar de nuestros pecados. Todavía más, sólo el Señor es quien puede darnos serenidad en la batallas, sólo en Él podemos atravesar las más profundas oscuridades y las más terribles tempestades.
No pensemos que Dios nos ha olvidado, al contrario, Él va en la barca de nuestra vida. Esta es la certeza orante de muchos santos. Por ejemplo, Santa Teresa de Ávila, quien decía: “Nada te turbe, nada te espante todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta”.