Pbro. Lic. Marcos Rodríguez Hernández, diócesis de Xochimilco
Comentario
al Evangelio
Discípulos en el tiempo señalado
Estamos por entrar al verano, la estación que hace que en algunas partes del mundo se haga una pausa de la escuela o del trabajo, coincidiendo también con la mitad del año civil. La liturgia dominical parece que toma en cuenta esto, una pausa en la vida de fe, no en el descanso, sino en la profundidad de la enseñanza.
Este domingo escuchamos el inicio del llamado “discurso misionero” del evangelista Mateo. Podríamos destacar algunos detalles: Jesús se compadece al ver a la multitud. El lleva ya un ministerio realizado, haciendo presente la llegada del reino, pero es consciente de que él solo no puede llevar adelante la misión. La compasión no sólo es una especie de lástima, es también un profundo amor por la humanidad.
De ahí nace la invitación: rueguen al dueño de la mies. No es solo preocuparse, es ocuparse, ser parte de la solución. Por eso Mateo hace un interesante juego de palabras: por un lado, llama y habla con sus discípulos. Los que lo han seguido hasta ese momento, quienes han aprendido del maestro, quienes simpatizan con sus enseñanzas. A estos discípulos después los llama apóstoles, que en su significado se llaman enviados.
Los nombres de los enviados es simplemente una enumeración, como decíamos, de las personas que en primer lugar son sus discípulos. Ahora son enviados, se les ha dado poder para hacer los mismos signos del maestro: llevar la buena nueva, expulsar demonios, ir por las ovejas descarriadas de la casa de Israel. Ahí está la primera labor del apóstol.
Finalmente, se habla de la gratuidad. Quien es seguidor de Jesús no persigue un salario, porque no ha pagado por nada. El seguidor de Jesús ha recibido algo gratuitamente, ahora hay que compartirlo gratuitamente.
Hoy en México celebramos el día del Padre, una fecha que, aunque está establecida, pasa desapercibida. La mercadotecnia aprovecha para hacer su promoción, pero en realidad la sociedad no valora del todo la figura paterna. Más en nuestro tiempo, donde se habla de simple tutor, de alguien que simplemente es proveedor, pero no tiene tanto arraigo como la mamá. Esto me hace pensar también en la figura del discípulo-apóstol. Nos podemos llamar discípulos de Jesús, pero no nos identificamos como enviados de Jesús.
Que podamos identificar nuestro momento salvífico con Dios, como se lo hace patente a Moisés, en la primera lectura. Que podamos sentirnos reconciliados con Dios, como dice san Pablo en la segunda lectura. En el tiempo señalado Cristo murió por nosotros. Este verano es el tiempo señalado para encontrarnos con Dios a través de Jesucristo, para no solamente sentirnos discípulos, sino también, enviados.