Pbro. Dr. Manuel Valeriano Antonio

Diócesis de Xochimilco

Comentario al Evangelio

San Marcos, nos recordaba el domingo pasado que el primer milagro que realizó Jesús fue la curación de un endemoniado. Como dato curioso es que este hombre poseído por un espíritu inmundo estaba en la sinagoga. Con esta imagen el evangelista nos urgía en la necesidad de que como Iglesia, para ser creíbles, necesitamos ser sanados, es decir, es justamente la Iglesia la primera en ser purificada, en ser sanada, en ser curada. El escenario de este domingo ya no es el templo, sino la casa y a la luz de la palabra de hoy compartimos tres ideas.

1.- En una especie de jornada laboral Jesús cura a quien está enfermo; pero su misión principal no es la de curar enfermos. Señalan los sabios que en aquellos tiempos habían muchos enfermos: ciegos, leprosos, paralíticos etc, de tal manera que si leemos detenidamente la Sagrada Escritura nos percataremos que son pocos los enfermos sanados por él. Esto significa que la curación de un enfermo es un signo de la presencia de Dios en la vida y no se puede reducir a una especie de rito mágico. Si la curación de un enfermo es un signo, entonces éste es esencialmente referencial, dialogante. El signo siempre manifestará algo más grande y profundo. De hecho, el signo no se define por sí, sino a partir de aquello de lo cual representa. Lo propio del signo no consiste en lo que él es en sí mismo, porque se refiere a algo que esta fuera de él mismo. En otras palabras, Jesús cura a un ciego para darnos a entender que él es la luz, resucita a Lázaro para decirnos que él es la vida, cura a la suegra de Pedro para señalarnos que Dios cuida del ser humano. Cada uno de estos signos nos permite hacer crecer nuestra fe.

2.- En tiempos de Jesús no se podía tocar al enfermo sin quedar impuro. Pero la cuestión de fondo es ¿quién contagia a quién? El gesto de Jesús de tocar a los enfermos consolida una nueva perspectiva respecto de quien sufre. Por un lado, todo cristiano debe tener un mínimo de compasión para el doliente, de alguna manera estamos llamados a hacernos cargo de ellos; y no solo eso, dice el texto que la suegra de Pedro una vez recuperada la salud se pone al servicio, es decir, colocarse al servicio de alguien es también hacerse cargo de él o de ella. San Pablo sintetiza de manera extraordinaria el hecho de ser curados y convertirnos en diáconos para los demás cuando dice: me he convertido en esclavo de todos, para ganarlos a todos. Con los débiles débil, para ganar los débiles. Me echo todo a todos, a fin de ganarlos a todos.

Por otro lado, tocar al enfermo nos dice que siempre el sano debe contagiar al enfermo y no viceversa. En efecto, un enfermo en casa puede generar un ambiente hostil, pero la fe cristiana nos permite animar a nuestros hermanos que sufren y contagiarlos con la esperanza de la curación.

3.- La historia de Job es atractiva hasta que nos toca ser Job. Todos, de alguna manera, conocemos en líneas generales la narración. Sin embargo, en lo concreto de la vida, cuando estamos llamados a dar esperanza y nosotros ya la hemos perdido, Job nos alcanza para recordarnos que siempre habrá una palabra, un gesto, un signo de la presencia de Dios en la historia. Nuestro amado Papa Benedicto XVI nos dice que es verdad, siempre resulta problemático que uno que tiene buena salud o está en buena condición trate de consolar a otro que está afectado por un gran mal, sea enfermedad, sea pérdida de amor. Ante estos males, que conocemos todos, casi inevitablemente todo parece sólo retórico y patético. Pero si estas personas pueden percibir que nosotros tenemos com-pasión, que somos com-pacientes, que queremos llevar juntamente con ellos la cruz en comunión con Cristo, sobre todo orando con ellos, asistiéndolos con un silencio lleno de simpatía, de amor, ayudándoles en la medida de nuestras posibilidades, podemos resultar creíbles.