Pbro. Dr. Manuel Valeriano Antonio

Diócesis de Xochimilco

Comentario al Evangelio

La Cuaresma no es un tiempo sombrío, marcado exclusivamente por algunas privaciones. Es un tiempo de gracia para renovar el don de nuestro bautismo; es oportunidad para volver al Señor de todo corazón, es decir, desde lo más profundo de nuestro ser, desde donde brotan nuestros pensamientos y actitudes. A la luz de la Palabra de Dios de este domingo compartimos dos ideas.

1.- La conversión al Señor es siempre necesaria. Sabemos que hay cosas en nuestra vida que no corresponden al querer de Dios sobre cada uno de nosotros. La realidad del mal siempre nos asecha y, cuando, cedemos a su influencia, menguamos la plenitud de vida a la cual el Señor nos llama. Todo pecado entraña una dinámica de muerte. A nivel personal y social encontramos muchas manifestaciones del poder destructivo del pecado y del odio. El libro del éxodo coloca en el centro de su mensaje la voluntad divina expresada en los mandamientos y nos recuerda que solamente quien acepta perderse por Dios puede ser justo, es decir, puede conformar su propia voluntad a la de Dios y así realizarse.

Con todo, algunas voces se alzan contra el decálogo señalando el aspecto negativo con que se presenta: no matarás, no mentirás, no cometerás adulterio etc. Estas voces sostienen que lo único que surge al leer el decálogo es una especie de neurosis como fruto de una pedagogía torturadora. De esta manera los mandamientos consumen todas las energías del hombre y los complejos de autoridad y de pureza le incapacitan hasta tal extremo para ser libremente él mismo que la alienación degenera en pérdida del yo y negativa al amor y la fe. En otras palabras, lejos de ser salvación, se convierte en convulsión y ausencia de redención.

Pero la realidad está muy lejos del planteamiento antes apuntado. Nuestro amado Papa Benedicto XVI decía que detrás del no siempre se esconderá un sí. No matarás es un sí a la vida; no mentirás es un sí a la verdad; no cometerás adulterio es un sí a la fidelidad. En síntesis, nuestro camino cuaresmal debe enseñarnos que los pequeños no de la vida, nos ayudan a alcanzar el grande sí que da sentido a cada historia.

2.- El pensamiento bíblico antiguo consideraba el tiempo y el espacio como elementos esenciales por lo cuales se le daba sentido a la vida. Consolidó un tiempo sagrado y un espacio sagrado. Muy pronto la idea de un espacio sagrado se materializó en la construcción de los templos. Éste, el templo, es la expresión del ser humano de tener a Dios como vecino, de poder habitar junto a Él y así desterrar la soledad, la desesperación y el miedo de manera definitiva. La edificación de los templos con la conciencia que acabamos de mencionar, de manera desafortunada ha desaparecido prácticamente por completo en algunos escenarios, sobre todo urbanos. En los actuales conjuntos habitacionales, se prevén espacios deportivos y recreativos, centros comerciales, escuelas, hospitales, pero no templos. La parroquia y todo lo que ello implica, es algo ajeno a la forma de vida de estas nuevas zonas de residencia.

En contraste, donde existen los templos, las comunidades se esfuerzan por hacerle ver al hombre de hoy que está en un ámbito sagrado. El evangelio de hoy nos invita a redescubrir que el templo es el lugar de oración. Es la esfera donde aprendemos a callar, a estar en silencio y a esperar. Hasta el día de hoy, por ejemplo, el judío donde quiera que esté ora en dirección a Jerusalén porque el templo es el punto de referencia de toda religión. De tal manera que la relación con Dios debe pasar siempre por el templo, al menos en la orientación del cuerpo. Ciertamente el cristiano no ora en dirección al templo, pero la idea permanece. El cristiano mira al oriente, por que el sol naciente que triunfa sobre la noche simboliza a Cristo Resucitado. De hecho, la mirada hacia el oriente ha sido durante siglos la ley básica de la arquitectura cristiana expresada en la construcción de los templos. El gesto de Jesús debe ayudarnos a diferenciar entre lo esencial y lo secundario. Redescubramos lo constitutivo del templo, pues solo así nos colocaremos en una parte esencial de la vida cristiana.

"Detrás de un no, hay un enorme sí"